lunes, 30 de agosto de 2010

ENSAYO: CÓMO HA SIDO Y CÓMO ES ACTUALMENTE EL PROCESO DE ESCRITURA QUE SIGO.

Los glifos de la escritura maya y los grabados de la egipcia, avisaban el vertiginoso ascenso de la escritura; dirigían las destrezas lingüísticas de las ideas más simples portadoras de sentido. Los pictogramas, los pergaminos fonéticos, los jeroglíficos, y la obra como su resultado concreto, marcaron el paso a paso de las culturas e imperios más antiguos. De su legado se desprende mi historia; parsimoniosa y agitada, libre y técnica, racional e inverosímil. La autenticidad y veracidad de mi proceso buscan la formación integral del buen escritor, se fundamenta y analiza desde la libertad del autor, de la comprensión de herramientas gramaticales, del fondo, la forma, la imparcialidad y el estilo. Por eso resulta segmentada, imaginada de mi propio ex – futuro, percibida por los gustos y las pasiones del niño, el joven y el ingeniero.

Existen diferentes puntos de partida que enfocan las razones tenidas en cuenta para escribir, encausan el tipo de lector, el tema y las estrategias utilizadas como armas para justificar las ideas. De niño me fui formando como una persona visual; de los gustos comunes de la infancia como los cuentos, los dibujos animados, las imágenes, las salidas en bicicleta, el fútbol y los paseos recreativos, se gestan las primeras obras que personifican una expresión autoritariamente subjetiva. Lo más importante era que en el irreconocible devenir de las ocupaciones, mi familia y las personas más cercanas a mi vida recibieran con agrado lo que hacía. Es la introspección y mi relación con el entorno las que permitieron en esta etapa entender que la libertad no sólo es un derecho; es una condición. Según Christopher Tribble, de niños comprendemos los diferentes papeles que juega el lenguaje hablado a través de un proceso de ensayo y error, pero no es hasta el periodo de educación formal cuando llegamos a entender el papel social que desempeña el tener acceso al lenguaje escrito.

Durante la etapa escolar se viven dos situaciones paralelas e influyentes: lo académico y lo personal. Relacionado con lo primero, pienso que los pasos iniciales de estructura en mis escritos se dieron durante estas temporadas de colegio. La rutina de la obligación y el cumplimiento, siempre las respondí con responsabilidad. Esperaba que mis profesores sintieran reciprocidad con mis tareas, mis trabajos y la respuesta a lecturas previas, que cada semana probaba el sentido de apropiación con el que hablábamos sobre los temas de los autores. Es difícil centrar un gusto específico cuando dentro de tu día a día se presentan tan variados temas. Sin embargo, la filosofía, las matemáticas, la ciencia y la historia se conjugaban intrínsecamente con un gusto que tuve de la época: la literatura.

El preludio de la innovadora tecnología, que me apasionaba y me sorprendía, servía de base para la reflexión sobre los autores que lograban cautivar mi atención. La imaginación y el intelecto del principito sobre el olvido de nuestras raíces, los versos de Richard Bach del aprendizaje por nuestra vida, del sacrificio y la voluntad; la lucidez de Saramago, la soledad de Gabriel García Márquez, la meditación del dolor profundo de Coetzee, el otro yo de Borges, el azul del vuelo de Bukowski y la felicidad de los momentos de Gibrán dieron sentido y admiración a la imagen del buen escritor.

En repetidas ocasiones, dentro de las asignaciones estaban resúmenes de artículos, informes y ensayos. El valor de los escritos radicaba en mi ortografía, la gramática y la puntuación; además de que debíamos responderlos representando el buen papel del estudiante, me gustaba que fuera programado, bien organizado, que lograra el equilibrio entre lo teórico y lo conceptual, que tuviera coherencia y que justificara buenas herramientas de redacción. “En una sociedad industrial como la nuestra, la lectura es una destreza de supervivencia que nos permite reaccionar ante una serie de demandas sociales” (Lindemman, 1987).

Alternamente a las actividades del colegio tuve la oportunidad de ingresar en el mundo diverso y artístico de la música. Al parecer fue una época en la que el azar me jugó una buena pasada. En un principio practicaba sólo como lo hacen la mayoría de escritores cuando comienzan a esbozar su historia. Después de adquirir ciertas destrezas instrumentales pude unirme a un grupo musical con el qué compartía mi tiempo en las tardes. Aún sin tener la habilidad para producir, la armonía de los acordes cambió mi perspectiva sobre la forma de dar una opinión, de expresar mis emociones, y de sentar reflexiones profundas. La letra de las canciones tiene sentido, propone una idea y la desarrolla; tiene el valor agregado del ritmo de la melodía sobre el escrito. Dependiendo de la ocasión, realizábamos presentaciones en épocas navideñas, festejos del día padre y de la madre, tiempos de amor y amistad, cumpleaños y eventos culturales. Por eso fue muy enriquecedor interpretar esas grandes composiciones con sus mensajes, deducir en el amor, la pasión, la amistad, el rencor, la duda, el miedo y la alegría, el sentimiento.

La música marcó un estilo inolvidable que dio paso al interés proyectado en mi futuro. Entrar a la universidad representó una nueva fase, un compromiso diametralmente diferente a los anteriores. Si bien las ingenierías no revelan en su andar grandes composiciones textuales, lo hacemos tan a menudo como las otras carreras y me ha entregado el modo del escritor imparcial, ecuánime, neutral y desapasionado.

La mayoría de escritos que realizo necesitan de una especificación técnica y cuantitativa precisa; una herramienta indispensable cuando se quiere escoger un tema o cuando se determina una idea. Semejante a la etapa escolar, en ésta los informes, los trabajos, los reportes, los proyectos y la investigación, protagonizan el modelo de escritura. A diferencia de los de bachillerato, mis escritos son juzgados por profesionales, por técnicos, doctores y compañeros de carrera. Esto le da a los textos un carácter argumentativo de autoridad y los temas centran su atención en aspectos sustanciales del énfasis de la carrera como en el área de control o las telecomunicaciones. Durante la semana universitaria participo realizando síntesis, demostraciones, pruebas, demostrando resultados e interpretando contenido bibliográfico principalmente en inglés.

La última parte de mi proceso la he vivido en el centro de escritura. Ha sido una etapa de autoconocimiento que busca reconocer cómo ha sido mi evolución. Me ha fundamentado en las estrategias para aprender a escribir, en el reconocimiento de los errores en mis textos y el establecimiento de modelos. Ha sido una experiencia grata la reflexión sobre mi experiencia personal, sobre los criterios que tenía y que he adoptado en la escritura. Ellos constituyen una forma objetiva y conceptual de establecer un juicio de opinión sobre un escrito. El gran cambio de mi proceso ha sido la posibilidad de concebir herramientas distintas en el camino de generación de ideas, porque no basta con la observación dialéctica profesor – estudiante para suplementar el apoyo del documento, sino que se necesita de un análisis pormenorizado de las razones, de quien lo escucha, del tema y de las estrategias. He aprendido y considerado necesario las autorevisiones, la lluvia de ideas, la escritura automática, la exploración del tema, las palabras claves y el diálogo con el lector. El estilo de la etapa en la que me encuentro se fundamenta en la frase corta pero profunda de “saber escribir”.

Las fases del proceso de escritura las he dividido para dar fe de los cambios en el tiempo; pero son todas en conjunto las que contribuyen a la formación integral del buen escritor.

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