sábado, 29 de marzo de 2014

LA SUPERTANCIA

El único motivo para llegar hasta el fondo de cada uno de mis respiros se llama supertancia. Contemplar la multitud en las noches y reconocer que esa es la unica respuesta al mundo, me hace recordar que el eros de Caravaggio emergió del caos. El dios eros primaveral  fue una fuerza mítica, fielmente la màs grande de todas... y no combate la reminiscencia  del amor porque nunca ha dejado que esta permanezca estéril. Es precisamente la transformación de esa esencia, del eros a cupido, lo que llamo supertancia.

La supertancia es indefinible pero responde muchas preguntas. En ocasiones he pensado que el amor no se ha dignado de hablarme seriamente y que se ha mantenido sonrojado y disparando buenas historias con sentido del humor; pero la supertancia traduce el desosiego de esa incognita en un impulso dinamico del ser. La traduccion de la vida en el mundo odia el sedentarismo. Asimismo la supertancia  no ordena sino que cree de consentir el acercarse a las palabras del amor. Como podria ser posible que esas dos primeras silabas de un estilo de vida llamado supertancia puedan ensordecer por el temor a esas palabras. La razon que comparto con los catedraticos define al amor libre, y su voz no podra ser jamas subyugada a nuestra voluntad. Lo saben generalmente todos los amantes  y aun asi se niegan a aceptarlo... creen que la sumision, las sonrisas, el poder y la belleza acarician la seduccion. Pues no... dejenme dicentir de tan famosa retorica para cambiar el amor como resultado, a la supertancia como interes por el proceso. Pueden estar tranquilos... la supertancia no es una creencia, un culto ni un mecanismo salvaje de sometimiento. Tampoco es un club.. no cobramos afiliaciones ni pedimos limosna para recuperar al afligido de una pena de amor.

La supertancia no ve en la teoria economica de nuestra existencia que lo que recibamos debe ser de algun modo lo que damos. La supertancia es la union de dos palabras aparentemente contradictorias. Pero no son acaso las contradicciones el acto de fe para hacer crecer el amor? Basta de decir te amo, me haces falta, no puedo vivir sin ti... eso tiene que cambiar por términos que den algo màs de significado. Que tal si dijeramos en cambio: "no encuentro la supertancia, supertancia de ti!, te supertancio? Este termino està siempre dispuesto a actuar, a soportar la desaparición de la soledad...es mucho màs que amar; es la manera de llegar a su defincion. La supertancia tambien llora porque las lagrimas hablan. Aun cuando pensamos que las hemos derramado completamente, siguen apareciendo, y cuando creemos que giraran al infinito se desvanecen. Sucede solo porque esa sustancia logra mantener abiertas las puertas del corazon, y olvidar en la supervivencia el sufrimiento de una esperanza escondida.

Cuando llamo a la supertancia despues de un dia lleno de palabras todo se hace claro. A ti que me has encontrado en el angulo con los pugnos cerrados, con coraje listo a defenderme y los ojos bajos; cuando hacia fila con los desilusionados.... eres lo que ha dado sentido al tiempo sin medirlo, la enseñanza de los suegnos y el arte de la aventura...la sustancia de mis dias, lo que hace de la fatiga lo mas placentero. La supertancia aun cuando cambias todos los dias, te hace permanecer siempre el mismo.

Ivan. Molano.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CUENTO

¡Nunca pensé que podría llegar a matarla! Algunas veces me arrepiento de haberlo hecho, pero en otras recapacito pensando que aquel intento fue involuntario. Llevo una sensación que recrudece aquel instinto en mi conciencia; la voluntad de una respuesta que limita los sueños, lo intangible de las ilusiones. Sin embargo conservo el ánimo de un corazón perpetuo; el que vence las dudas y justifica la esperanza de lo irracional. Pero, ¡por qué no acepto que fue mi culpa! Pude haberme detenido, pensar mejor las cosas, respirar profundamente. Hoy, me parece que me hace falta el aire, que la gente se hace nadie cuando te recuerdo. Le corresponde a la memoria de un acorde dulce de guitarra el explicar cómo enloquecieron mis sentidos; el que un ligero abrazo de la tarde permitiera que supieras lo que siento. Necesito saber cómo pasó, cuál fue mi proceso… tendré que recapitular todo desde el principio pues aún no creo comprenderlo.

Ahí solía estar ella, una representación de las magnolias; describiendo las espirales de su mundo diverso, la interrelación de sus amigos y conocidos. Involuntariamente evidenciaba su presencia; la gracia de su belleza taciturna recibía la acogida de los más absortos; magnetizaba los sentimientos incipientes del día a día. Observarla era como sentir la fuerza de las mareas en la atracción de la luna; revivir los colores de los periantos antiguos, la protección que merece de la inmadurez social de nuestros días. Era una mujer joven de mediana estatura, delgada, de ojos negros como los de la comarca del Jiloca; algunas veces dejaba entrever la ondulación de su pelo y la timidez de su sonrisa. Casi siempre llevaba el mismo par de zapatos y en ocasiones portaba un suéter naturalmente particular… era hermosa, muy hermosa.

No recuerdo como haberla conocido; la vida académica de la que formábamos parte se encargó de realizar la tarea. Pero esa vida agitada resultó perdiendo el examen; improvisó el conocimiento entre nosotros y dejó un vacío interior; el más profundo de todos; del abismo que entrelaza nuestras mentes con la nada. Bastaba con verla para entregarnos a la única rutina con la que podía demostrar que le tenía un gran aprecio: expresar abiertamente con inconformismo su presencia. ¡Sí, ya se! Francamente de la teoría del amor entiendo poco, pero lo suficiente para saber que aquel enfrentamiento verbal iba cargado de afecto, que las peleas me hacían falta, que eran la forma de decirle la importancia de su imagen en mi vida; fue el momento de entender que la pasión y el odio se tratan indistintamente; que son como las estrellas para el cielo… como la luna para la noche. A medida que pasaban los días continuaba alimentando mis alegrías, mis momentos. No obstante, reconocía el peligro que significaba el éxtasis emocional, la pérdida de los arquetipos que tanto amaba; podría aludir la necesidad de acabar su vida de la mía. Nunca había pensado en eso; resultaba estar planeando una muerte unilateral, una de la que solo yo tenía conocimiento. Nadie más se enteraría; requería de un ímpetu elegante que olvidara mis crímenes, que acabara con las formas con las que di muerte a algunas personas en mi vida pasada.

En ocasiones los impulsos atormentaban mi instinto natural de supervivencia; pensaba en el conflicto que tendría con mis emociones futuras, con la angustia que genera un corazón vago, con la soledad meditabunda… la felicidad que me provoca su compañía. ¡No podía ocultarlo más!, la ansiedad que generaba el deseo de terminar con mi sueño caía con la duda de mi relación futura con ella. Siempre reflexionaba, creía entenderlo bien… cómo puedo olvidarte si te tengo presente en todas partes; si estás en la rutina del viento, en la fragilidad de la tarde, en la canción de la radio. Necesitaba estar libre, poder compartir otros momentos con ella.

Una vez terminado el periodo académico, no imaginé que los recursos tecnológicos modernos, lograran con ayuda de unas cuantas palabras el proemio de una cita tradicional, el preámbulo de una relación que parecía pragmática. De la tierra que me ha guardado por tanto tiempo emergieron dos prominentes vasos. Estaban cargados de fruta, de buenas intenciones, también de un poco de ansiedad. Tengo que decir que fueron dos costosos objetivos, tan onerosos como el final de nuestra relación. Detrás de nuestra mesa de manejo inestable, el nisperero, el avellano y la pacana acompañaban por primera vez la ternura del buen trato. En realidad veía que se estaban produciendo buenos frutos, pero también percibía que el tiempo haría que se secaran. De frente un televisor que sintonizaba un partido de fútbol poco llamativo. Cerraban aquel pequeño parque unas cuatro casas de dos pisos, con sus balcones cubiertos de claveles y gardenias. Fue un momento enriquecedor. De su relato de vida y sus orígenes encontré los mejores momentos. La escuchaba evocando la extrañeza que sentía de sus temporadas en Panamá y el camino inquieto que programaban sus palabras anunciando su regreso; allá donde el Atlántico y el Pacífico confunden su amor; donde las costas logran conocerse… así trataba de hacerlo yo en aquellos días.

Comenzaba a sentir que la quería, que la necesitaba; parecía algo más fuerte de lo que se siente con el cuerpo y con la mente; estaba convencido que a su lado todo era más seguro. También le pedía al cielo que la protegiera, que la mantuviera siempre a mi lado. Permitirme tener su sonrisa cada mañana le concedía a mi vida la naturaleza más cercana a lo remoto, a la ansiada tranquilidad. Es irónico pensar que quería terminar con su vida… con la mía. Había personas que me aconsejaban tomar distancia, que no podía ser absolutamente condescendiente, que razonara y limitara el amor que le tenía. Más no sabía lo que pasaba; los contratiempos de cada día se hacían llevaderos con su presencia… padecía del embrujo del que habla Andrés Cepeda, de su enfermedad y sus remedios sin fin.

Siempre la escuchaba recordando viejos tiempos, trataba de darse a entender que las pasadas relaciones sentimentales fueron eso: pasadas. La verdad es que no podía indagar a su corazón sobre aquellas experiencias, pero parecía que ella no había olvidado… aparentaba no haber logrado alcanzar la frontera en donde se entrelazan la voz y la melodía; el anhelado recuerdo sin dolor. Alguna vez exclamó la manera desigual en la que participaba su pareja en la relación, las diferencias que significaba esa nueva etapa, lo indiferente que resultaba para él acercarla e incluirla en las actividades que realizaba. Ella asumía no sentir lo mismo, haberlo superado… De todas maneras podía notarse que el vínculo y la conexión no se habían perdido todavía. No puede derrocarse algo que se ha construido con tanto tiempo, algo que en el fondo te hace daño. Luchar contra eso era enfrentar una inquietud indomable, significaba estar sin querer estar, pisar otro lugar y regresar inconsolable. El meditar en extremo inquiría con desespero a lo invisible que temo, encendía la esperanza que me incita a caminar buscando una emoción que ya era conocida.

La primera vez que comprendí la magnitud de lo que sentía recordaba las frases de Elías Gandino. Él, con exactitud, afirmaba que la muerte no hiere, que pensar que no se sabe nada de nada era como acabar con la vida, asfixiar lentamente el alma. Descansaba sentado en un balcón observando sus aptitudes de bailarina y de cantante. Reunidos con el fin de darle fin a las vacaciones estaban todos mis amigos y conocidos; se había aportado para una noche de paso, algo ligero que nos acercara, una cena que destemplara dentaduras y avisara lo frío de la noche. Pude acompañar en unas cuantas piezas el compás y la sinfonía de sus pies, pero en otras solamente alcanzaba a admirarla. Era notorio el afecto que le brindaban sus amigos, la importancia de sus palabras para ellos. Terminando la noche, la distancia terminaba por ganarme; lo hizo durante todo nuestro recorrido; esa distancia era desde la cual podía ver que alguien más se interesaba por ella, que no parecía serle indiferente tampoco… Lo cierto es que le gustaba hablar y compartir con personas que demostraran tener otras habilidades, expresiones del arte que le permitieran entablar un compromiso distinto. Conocía de su amigo que practicaba fotografía, también de un cuentero que recordándolo con dificultad, había mencionado ser su amor platónico. Era conciente sobre lo que le preocupaba, su interés por ese tipo de personas; la simpatía que se tenía con uno de ellos. Eso no cambiaba ni transformaría mis preceptos… es normal que algo como eso suceda. No solamente soy yo el que siente amarla, no solamente yo reconozco su infinita belleza. Aquella noche entendí qué me pasaba… ¡Llegaba esa enfermedad tan mala! La muerte no cura el haberse enamorado y perdido entre sus planes. Solo sabía que el contacto de su mano me daba vida, imantaba mis miradas, se convertía en mi sed y mi agua. ¡Nocivo es ese amor loco que contempla tu cara… que descubre tus sueños, que envenena pero que no mata! Desde esa noche crecería lo que siento, empezaría nuestra búsqueda.

Decidido a que conociera mi casa, había entrado en un viaje que tendría un fin cercano; el desenlace que me atormentaba y que terminaría con su vida. Una vez al interior de mis secretos, de los de mis padres, mi hermana y mis dos primos, un pasillo largo nos conduciría a mi habitación. Una cama de piedra amplia con un brocal cubierto de madera sería el único testigo de nuestra charla. Allí iba a ser donde respondería sus preguntas, donde se daría cuenta de lo que soy, de algunas de mis pasiones. Sabría que me levanto con la memoria que reclama el compromiso de la precisión; con la mirada ciega y los oídos sordos que cuentan historias, que viven y que se necesitan. Conocería que como ella, habito la naturaleza de lo remoto del error y la rigidez de los modelos, de las estructuras definidas; pero al mismo tiempo se daría cuenta de aquello que me sirve de refugio, de anhelo y de expresión. La música resultaba un confidente más; el lazo que compartirían nuestros gustos; la muestra de tenues notas musicales al son de un instrumento de cuerda valenciano. El estudio ya no iba a ser el único explorador, el umbral de mis misterios… ahora los acordes daban cuenta de aquella promesa, la de comenzar con unas clases de guitarra. Su casa sería el espectador de la enseñanza; también lo sería de mi corazón en fuga, de sus nudos y sus heridas de amor.

Padecía de un poderoso sortilegio, su encanto hacía que las reuniones en Jardín Plaza, los encuentros para estudiar y las clases de guitarra se rindieran ante la expresión de una palabra, ante la admiración de un ser sensible que aunque vive, no pudo evitar perderse. Quizás los repetidos encuentros embriagaron mis emociones, no lo sé… ¡Me encontraba al borde del mar de los delirios diría mi maestro Silvio Rodríguez!... Él, que ha logrado erizar las más distintas pieles con sus letras y sus melodías, sabe como son estas cosas. Me preguntaba si era conveniente seguir escondiendo mi alma, si debía rescatar del abismo las trovas de un ruiseñor; necesitaba decirle que me gustaba, que abanderaba la capitanía de la mujer más encantadora, que su presencia hacía más especial y llevadera mi vida. ¿Había encontrado a la mujer exquisita de Gabriel García Márquez? Admiraba su rostro latino, su feminidad, la delicadeza de la mezcla entre reina y soberana. Me embelesaban sus dudas, sus problemas, sus minutos… hasta su bolso rojo, escondite de sus entrañables sentimientos. Debía ser un hombre valiente; me enfrentaba no solamente con mi pasado; batallaría contra un largo camino transitado. ¡Atrás los prejuicios y el negativismo! Estaba decidido, forzosamente resuelto; al fin y al cabo no iba a ser una sesión de preguntas y respuestas; solamente me desnudaría frente a ella.

Sería como recordar el momento en que sentí fallecer; las críticas que alguna vez me hizo sobre mis juegos de palabra… todo lo que me había llevado a pensar que era posible que mi corazón se detuviera, que saliera desgarrado avisando inclemencias; la impotencia de no poder hacerle entender su equivocación; de manifestarle que de verdad amaba su casa, sus costumbres, sus sueños.

Ese día entré en su casa, caminé meditabundo. En mi cabeza solo estaba aquel momento. Dos asientos pequeños que marcarían la lejanía de mis afectos revelaban la historia completa. La pequeña cama y el televisor de fondo juzgarían mis emociones, atónitos responderían con la fragilidad que requiere el golpe más fuerte. Un papel y unas cuantas letras resucitarían el recuerdo desprendido de ese singular pasaje. Eran las tres de la tarde cuando de mi boca emanaban los rodeos de esa mágica verdad. Aún con lo inentendible que suscitaran los nervios de mis palabras, el mensaje era claro, letal y contundente. Sentí cómo se derrumbaba la casa con nosotros, un silencio sepulcral que buscaba no hacerme culpable del delito, que no indagaría mis acciones. ¡¿Por qué la maté, por qué… acaso no era feliz; no se suponía que debía cuidarla, protegerla, ayudarla?! La abracé y tomé su mano encontrando el desenlace. Antes de sepultar lo que todavía quedaba en nuestras memorias, dos o tres palabras que expiraban las continuas expresiones, que marcaban el final de la idiotez de un sí y la incesante lluvia de un cielo nebuloso. Del tiempo podré rescatar el por qué de mis instintos violentos… Sólo Dios sabe si terminé mis experiencias, si el tiempo del infinito es el que tiene las respuestas; sólo él lo sabe… sólo él sabe cuánto llegué a amarla… sólo él sabe por qué terminé con su vida.

Entiendo perfectamente sus palabras, que no quiera hacerme daño, que necesite decirme tantas cosas. Pero también me responde que no puedo esperar nada más de ella, que inevitablemente el destino me obliga a dejar de lado todo lo que siento.

Ahora creo que trata de decirme que la olvide, que desate el lazo que aún me une a ella; pero que siga siendo su amigo, su compañero… un partidario leal e inseparable de sus costumbres y sus gustos. A pesar de no querer separarme de ella, de envidiar lo inenvidiable, de continuar compartiendo sus momentos; no puedo olvidarme de sus brazos, de su rostro; es imposible dividirme de sus angustias y sus logros. Que tenga otra persona en su vida no me mortifica. El sentimiento característico de asesino que adquirí en días pasados sobrevuela hoy lejos del continente, aparece en lo fantástico de los mundos desconocidos. De su felicidad depende la mía… de su comodidad dependen las acciones que se emprenden para venerar el oro más preciado. Aquel hombre que exista que valore la sencillez de sus ojos, la belleza insondable de sus labios… aquel hombre que estime la gracia de su presencia, de su inteligencia… ése se hará merecedor de sus instantes… de sus segundos. De mi parte partirá el orgullo y el sosiego de su éxito, el silencio y la despreocupación de su bienestar. La prueba será difícil… amar de lejos nunca es fácil!

domingo, 10 de octubre de 2010

Cámara Gesell

Dentro de las distintas personalidades que imaginaba podían llegar al escenario de la tutoría, se presentó la que menos esperaba. No sé si tiene que ver el hecho de ser el primero o el último, pero son situaciones diversas e imaginativas que estamos obligados a enfrentar.

Categorizando las primeras prácticas de mis compañeros y las excelentes actuaciones de Daniel, quien parece ser un tutor experimentado, se presentaban etapas conocidas del proceso de escritura con diferentes personalidades. En la mayoría de los casos, la diferencia entre asesorías radicaba en las actitudes de quien visitaba el centro.

Cuando llegó mi turno, pensé que venía de nuevo Daniel con otra forma de ser. Ese fue el primero de los cambios que llamó mi atención, pero que no desconcentró la estructura que normalmente uno tiene preparada ante cualquier tipo de eventualidad. El problema realmente vino después. Creo que lo saludé con amabilidad y lo invité a que se sentara; me presenté e hice que me comentara alguna información sobre él. Traté de generar un buen ambiente, de escuchar atentamente lo que me decía, y de mantener un contacto directo para generar la confianza requerida. Su tema de consulta era por la revisión de comas y verbos en pasado; afirmaba tener en perfecto estado el texto en su estructura. Esto fue sorpresa en la medida que ese tipo de problemas ortográficos son los que se revisan al final del proceso. El hecho de no tener un texto real implicaba también un cierto grado de subjetividad en los comentarios.

Comencé preguntando sobre el tema del escrito, y el estudiante me respondió que era sobre literatura latinoamericana. El error en este punto fue no haber indagado un poco más sobre el objetivo del escrito, aunque se lo pregunté directamente durante el diálogo. Debí haber establecido o sugerido un proceso de revisión general y no uno específico como lo pretendía el estudiante. Mi tarea debió consistir en la recomendación de acciones como la verificación de los argumentos, el orden del texto. Preguntas que me respondieran al enfoque del escrito para observar si en el texto el estudiante analizaba, comparaba, relacionaba, describía, si respondía a el por qué, a cuántos, al dónde, al qué y al cómo, debieron marcar los pasos de ese momento. Todo esto buscando dilucidar en lo dicho por el estudiante, su participación y conocimiento sobre el tema, centrar el contenido del escrito.

Como no había un texto de ejemplo, resultaba un poco difícil inventar sobre la marcha qué problemas podría tener el texto; ante lo que procuré que el estudiante leyera lo que había traído. Luego de unos segundos de vacilación en su lectura silenciosa, logró improvisar algunas palabras que daban cuenta de una frase pequeña.

Auspiciar un análisis estructural y de contenido sin el material, fue el problema principal. En ese momento, el hecho de no tener algo claro sobre el papel me llevó a asumir que el contenido del documento estaba bien. Lo único que me restaba era responder a la inquietud que trajo desde el principio: la ortografía. De nuevo me encontré maniatado en cuanto el papel de la simulación trataba sobre el transporte y nada tenía que ver con el tema propuesto dentro del contexto presentado.

Después de unos cuantos segundos, el estudiante me preguntó si podía dejarme el documento para mandárselo corregido por correo. Este me parece que fue un punto a favor en razón a que le expliqué que resultaba conveniente que él fuera el que transformara y mejorara su texto; que el objetivo de su presencia en el centro era la de aprovechar el tiempo de la tutoría. Finalmente tocaron a la puerta y quise programar una nueva asesoría para la revisión del texto. Me despedí cordialmente y abandoné el recinto.

lunes, 30 de agosto de 2010

ENSAYO: CÓMO HA SIDO Y CÓMO ES ACTUALMENTE EL PROCESO DE ESCRITURA QUE SIGO.

Los glifos de la escritura maya y los grabados de la egipcia, avisaban el vertiginoso ascenso de la escritura; dirigían las destrezas lingüísticas de las ideas más simples portadoras de sentido. Los pictogramas, los pergaminos fonéticos, los jeroglíficos, y la obra como su resultado concreto, marcaron el paso a paso de las culturas e imperios más antiguos. De su legado se desprende mi historia; parsimoniosa y agitada, libre y técnica, racional e inverosímil. La autenticidad y veracidad de mi proceso buscan la formación integral del buen escritor, se fundamenta y analiza desde la libertad del autor, de la comprensión de herramientas gramaticales, del fondo, la forma, la imparcialidad y el estilo. Por eso resulta segmentada, imaginada de mi propio ex – futuro, percibida por los gustos y las pasiones del niño, el joven y el ingeniero.

Existen diferentes puntos de partida que enfocan las razones tenidas en cuenta para escribir, encausan el tipo de lector, el tema y las estrategias utilizadas como armas para justificar las ideas. De niño me fui formando como una persona visual; de los gustos comunes de la infancia como los cuentos, los dibujos animados, las imágenes, las salidas en bicicleta, el fútbol y los paseos recreativos, se gestan las primeras obras que personifican una expresión autoritariamente subjetiva. Lo más importante era que en el irreconocible devenir de las ocupaciones, mi familia y las personas más cercanas a mi vida recibieran con agrado lo que hacía. Es la introspección y mi relación con el entorno las que permitieron en esta etapa entender que la libertad no sólo es un derecho; es una condición. Según Christopher Tribble, de niños comprendemos los diferentes papeles que juega el lenguaje hablado a través de un proceso de ensayo y error, pero no es hasta el periodo de educación formal cuando llegamos a entender el papel social que desempeña el tener acceso al lenguaje escrito.

Durante la etapa escolar se viven dos situaciones paralelas e influyentes: lo académico y lo personal. Relacionado con lo primero, pienso que los pasos iniciales de estructura en mis escritos se dieron durante estas temporadas de colegio. La rutina de la obligación y el cumplimiento, siempre las respondí con responsabilidad. Esperaba que mis profesores sintieran reciprocidad con mis tareas, mis trabajos y la respuesta a lecturas previas, que cada semana probaba el sentido de apropiación con el que hablábamos sobre los temas de los autores. Es difícil centrar un gusto específico cuando dentro de tu día a día se presentan tan variados temas. Sin embargo, la filosofía, las matemáticas, la ciencia y la historia se conjugaban intrínsecamente con un gusto que tuve de la época: la literatura.

El preludio de la innovadora tecnología, que me apasionaba y me sorprendía, servía de base para la reflexión sobre los autores que lograban cautivar mi atención. La imaginación y el intelecto del principito sobre el olvido de nuestras raíces, los versos de Richard Bach del aprendizaje por nuestra vida, del sacrificio y la voluntad; la lucidez de Saramago, la soledad de Gabriel García Márquez, la meditación del dolor profundo de Coetzee, el otro yo de Borges, el azul del vuelo de Bukowski y la felicidad de los momentos de Gibrán dieron sentido y admiración a la imagen del buen escritor.

En repetidas ocasiones, dentro de las asignaciones estaban resúmenes de artículos, informes y ensayos. El valor de los escritos radicaba en mi ortografía, la gramática y la puntuación; además de que debíamos responderlos representando el buen papel del estudiante, me gustaba que fuera programado, bien organizado, que lograra el equilibrio entre lo teórico y lo conceptual, que tuviera coherencia y que justificara buenas herramientas de redacción. “En una sociedad industrial como la nuestra, la lectura es una destreza de supervivencia que nos permite reaccionar ante una serie de demandas sociales” (Lindemman, 1987).

Alternamente a las actividades del colegio tuve la oportunidad de ingresar en el mundo diverso y artístico de la música. Al parecer fue una época en la que el azar me jugó una buena pasada. En un principio practicaba sólo como lo hacen la mayoría de escritores cuando comienzan a esbozar su historia. Después de adquirir ciertas destrezas instrumentales pude unirme a un grupo musical con el qué compartía mi tiempo en las tardes. Aún sin tener la habilidad para producir, la armonía de los acordes cambió mi perspectiva sobre la forma de dar una opinión, de expresar mis emociones, y de sentar reflexiones profundas. La letra de las canciones tiene sentido, propone una idea y la desarrolla; tiene el valor agregado del ritmo de la melodía sobre el escrito. Dependiendo de la ocasión, realizábamos presentaciones en épocas navideñas, festejos del día padre y de la madre, tiempos de amor y amistad, cumpleaños y eventos culturales. Por eso fue muy enriquecedor interpretar esas grandes composiciones con sus mensajes, deducir en el amor, la pasión, la amistad, el rencor, la duda, el miedo y la alegría, el sentimiento.

La música marcó un estilo inolvidable que dio paso al interés proyectado en mi futuro. Entrar a la universidad representó una nueva fase, un compromiso diametralmente diferente a los anteriores. Si bien las ingenierías no revelan en su andar grandes composiciones textuales, lo hacemos tan a menudo como las otras carreras y me ha entregado el modo del escritor imparcial, ecuánime, neutral y desapasionado.

La mayoría de escritos que realizo necesitan de una especificación técnica y cuantitativa precisa; una herramienta indispensable cuando se quiere escoger un tema o cuando se determina una idea. Semejante a la etapa escolar, en ésta los informes, los trabajos, los reportes, los proyectos y la investigación, protagonizan el modelo de escritura. A diferencia de los de bachillerato, mis escritos son juzgados por profesionales, por técnicos, doctores y compañeros de carrera. Esto le da a los textos un carácter argumentativo de autoridad y los temas centran su atención en aspectos sustanciales del énfasis de la carrera como en el área de control o las telecomunicaciones. Durante la semana universitaria participo realizando síntesis, demostraciones, pruebas, demostrando resultados e interpretando contenido bibliográfico principalmente en inglés.

La última parte de mi proceso la he vivido en el centro de escritura. Ha sido una etapa de autoconocimiento que busca reconocer cómo ha sido mi evolución. Me ha fundamentado en las estrategias para aprender a escribir, en el reconocimiento de los errores en mis textos y el establecimiento de modelos. Ha sido una experiencia grata la reflexión sobre mi experiencia personal, sobre los criterios que tenía y que he adoptado en la escritura. Ellos constituyen una forma objetiva y conceptual de establecer un juicio de opinión sobre un escrito. El gran cambio de mi proceso ha sido la posibilidad de concebir herramientas distintas en el camino de generación de ideas, porque no basta con la observación dialéctica profesor – estudiante para suplementar el apoyo del documento, sino que se necesita de un análisis pormenorizado de las razones, de quien lo escucha, del tema y de las estrategias. He aprendido y considerado necesario las autorevisiones, la lluvia de ideas, la escritura automática, la exploración del tema, las palabras claves y el diálogo con el lector. El estilo de la etapa en la que me encuentro se fundamenta en la frase corta pero profunda de “saber escribir”.

Las fases del proceso de escritura las he dividido para dar fe de los cambios en el tiempo; pero son todas en conjunto las que contribuyen a la formación integral del buen escritor.

viernes, 27 de agosto de 2010

EL PROCESO DE ESCRITURA ACADÉMICA: CUATRO DIFICULTADES DE LA ENSEÑANZA UNIVERSITARIA

La limitación en la visión frontal de los ciervos causa que se involucre el movimiento de su cabeza en su recorrido. La presión del medio predice qué tan rápido van, y su actividad depende de cómo se organicen los rebaños de sus ejemplares. Así como los ciervos baten su cornamenta para superar un obstáculo por necesidad y comodidad, los seres humanos cuando se enfrentan a un tema en un escrito, deben considerar qué tanto influye el entorno en su práctica; adoptar estrategias y modelos objetivos en su proceso, y equilibrar el desarrollo cognitivo individual con la acogida de habilidades que nacen de la enseñanza. Esta es la proposición que desarrolla Paula Carlino en su texto sobre el proceso de la escritura académica y las dificultades de la enseñanza universitaria; cuatro problemas relacionados por la mirada lineal de los escritos y la carencia de forma, metodología y técnica para resolverlos.

La autora plantea 4 tendencias de los universitarios sobre la composición de sus escritos:

  1. La dificultad para escribir teniendo en cuenta la perspectiva del lector.
  2. El desaprovechamiento del potencial epistémico de la escritura.
  3. La propensión de revisar los textos sólo en forma lineal y centrándose en aspectos locales y poco sustantivos.
  4. La dilación o postergación del momento de empezar a escribir

Comparto la premisa sobre la cual la persuasión de un escrito depende intrínsecamente de cómo se relacione la mirada de quien escribe con las formas de pensar de quien recibe el mensaje. La anticipación, búsqueda y contextualización de la audiencia, permite la consecución de un propósito, ofrece la confianza y entrega el bagaje intelectual que se requiere para situar las palabras; constituye un principio que logra cautivar la atención de los lectores.

Es posible que la potencialidad del ser de un escrito radique en la transformación del conocimiento porque posibilita la interacción entre lo que presenta el tema y la forma de exteriorizarlo. Sin embargo, pienso que esta situación no se presenta con todos los universitarios. Existen ramas directamente afines con estas afirmaciones en las que el concepto se aplica de forma cualitativa; pero también se hallan vertientes del conocimiento cuantitativo como en ingeniería, en la que la innovación y moldeamiento de las nociones a las perspectivas del lector, resulta más difícil. Los estudiantes que participan de las ciencias exactas conciben ideas formales y apegadas a lo que se encuentra en los recursos bibliográficos. Si bien la adopción del saber y su transmisión pueden ser originales, la mayoría de los datos obligan a la imparcialidad del escritor.

Debo decir que acompaño el diagnóstico sobre la poca autocrítica y carente autoevaluación de parte de los estudiantes con sus escritos. Unas veces lo hacen porque no les interesa el tema y en otras porque el tiempo les apremia. La revisión de mi texto o del tuyo no sólo se hace por el éxito en la calificación, sino por la estructura que identifica el poder del conocimiento. La importancia también debe radicar en el reto que significa dar a entenderte con tus escritos; no sólo con los apartes que nacen de él, sino con el sentido global que éste expresa.

Hemos enrrutado el camino del saber escribir desde la perspectiva de la generación de ideas, de los modelos y representaciones que colaboran con el desarrollo del “proceso”. Las dificultades que experimentan los estudiantes en su “punto de partida” se justifican por el encierro de su percepción respecto del fondo y la forma de un texto, por la incapacidad de escoger herramientas objetivas como las que plantea la doctora Carlino; la aceptación de un modelo y la investigación de los lectores, del contexto en que se desenvuelve el contenido.

jueves, 26 de agosto de 2010

REFLEXIÓN SOBRE LOS CRITERIOS EN LA ESCRITURA

En mi proceso de escritura, las normas, reglas o pautas para discernir sobre una buena redacción asentaban su estructura en la experiencia. La recolección de información importante y la adopción de lo que para los enseñantes era un documento completo, dictaminaron en muchos casos la conciencia de un buen escrito, pero nunca una mirada completamente objetiva que reconociera su legibilidad.

La escritura de textos técnicos cuantitativos dentro de la carrera, ha provocado que la redacción de temas puntuales (títulos, frases cortas, conceptos, etc.) se plantee directamente evitando evasiones y perífrasis. Sin embargo; en ocasiones, por expresar una idea de la mejor manera posible, he cometido el error de representar la precisión del tema con una frase poco concreta.

Reducir la extensión del escrito le entrega entendimiento y contundencia a la descripción de un entorno; plantea bien las ideas y los problemas; permite que el lector no se pierda ni tenga que devolverse recurrentemente a descifrar la tesis. Me ha pasado en escritos de opinión, en ensayos y relatos, que el esbozo del arquetipo o juicio sobre el tema, tiene varias causas que planteo en una misma frase. Para mí como emisor puede ser entendible lo que escribo, pero para quienes reciben la información nó. Conseguir un análisis estructurado trata ciertamente de dividir el todo en sus partes y es lo que tiene que verse reflejado cuando se desarrolla una idea.

Dentro de los criterios de un texto legible, quizá con el que incurro principalmente es con el uso de los incisos. Un buen escrito, si se prepara con dedicación, con esmero; si se programa organizadamente hasta su resolución, consigue intuición y percepción de parte del lector. ¿Lo pueden notar? ¡Lo hice de nuevo! Limitar los incisos permite expresar la idea principal desde el principio para concluir con las observaciones, los apartados y las acotaciones. En este caso, la frase “Un buen escrito consigue intuición y percepción de parte del lector”, bosqueja el apunte cardinal y preferiblemente debe situar la imagen inicial de parte de quienes leen.

Existen puntos irrelevantes en un texto, que a juicio de un buen lector, pueden suscitar en interpretaciones sobre mala preparación o desconocimiento sobre el tema. Por eso resulta conveniente eliminar aquellas ideas corrientes que no le ofrezcan información clara al destinatario. Generalmente cuando le queremos expresar a alguien que nos gusta, se lo hacemos saber sin decirle de qué persona estamos hablando; una rutina de la emoción que en la práctica resulta un juego, pero que en términos de un escrito refuerza la precisión que necesita su comprensión. Así como en un partido de fútbol cada posición en el campo de juego requiere de una tarea específica, en un escrito es fundamental ordenar los elementos para lograr coherencia. Un portero no puede trabajar durante todo un encuentro en la zona de ataque porque no es su función; además, puede quitarle protagonismo a quienes verdaderamente cumplen la misión de hacer goles.

Realizando el inicio del anteproyecto durante mi semestre, el planteamiento del problema culmina con la pregunta de tesis. Esta pregunta debe ser verbalizada para tener más claridad con respecto a los objetivos. El fundamento de la investigación y el escrito se entrelazan para procurar manejar un equilibrio entre verbos y sustantivos; porque como pasa en ingeniería, el aumento de una ventaja en un diseño, tiene un efecto negativo en otra variable del sistema.

Tener los criterios conceptuales para dirigir el texto, ejemplifica la objetividad del modelo del escrito y contribuye al mejoramiento de sus principios.